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Mostrando entradas de abril, 2018

Ni cuentos ni hadas

La vida no es todo un camino de rosas. Y de eso me he dado cuenta. He creído tenerlo todo y he apostado por lo que tenía. He visto como todo encajaba pero, de pronto, algo se descuadra y la maquinaria empieza a fallar. Suena la alarma de peligro y cunde el pánico. He tenido que respirar hondo y visualizar lo que estaba ocurriendo. Y pensando mucho, no logro entender cómo es posible fallarle a alguien que ha creído tanto en ti. Y empiezo a dejar de confiar en aquello en lo que creí tanto. La rabia a veces me acompaña durante horas, y aprieto los dientes. Veo cómo está ahí, pendiente de cada movimiento que hago, de cada palabra que escribo. Pero juega al escondite, alargando una partida que acabó hace tiempo. El coraje se apodera de mí cuando no llego a comprender cómo puede decirme a la cara lo importante que soy y que actúe de una manera completamente contraria. Y vuelvo a recordarme que es fácil hablar, prometer, jurar, escribir y regalar poemas. Lo difícil es actuar,

50 días

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Cuando un día conseguí llegar sana y salva a tierra firme tras haber estado meses a la deriva en un mar cuya furia desearía el mismísimo diablo, me dediqué a recoger los pedazos de mi alma. Contra todo pronóstico, me sané. Pero mi visión de aquello que llaman amor cambió por completo. Y dejé de creer en él. Y sin miramientos, la vida, esa que tantas veces me la ha jugado, te puso en mi camino.  Quise taparme los ojos, como los niños hacen creyendo así que no son vistos por los demás. Pero tú me estabas viendo. Me mirabas y observabas de cerca las ruinas que quedaban de mi imperio tras aquella guerra. Y entraste. Con una bandera blanca, en son de paz, prometiendo enseñarme cosas que ni tú sabías. Y se encendió la luz en aquel cuarto que cerré con llave y tapié con los ladrillos y el cemento más duros que encontré. Y así fue como apareciste. Y así fue como estuviste, leyendo mis gestos y abrazando mis monstruos, aquellos que se niegan a abandonarme. Y fuiste. Y