Ni cuentos ni hadas
La vida no es todo un camino de rosas. Y de eso me he dado cuenta. He creído tenerlo todo y he apostado por lo que tenía. He visto como todo encajaba pero, de pronto, algo se descuadra y la maquinaria empieza a fallar. Suena la alarma de peligro y cunde el pánico. He tenido que respirar hondo y visualizar lo que estaba ocurriendo. Y pensando mucho, no logro entender cómo es posible fallarle a alguien que ha creído tanto en ti. Y empiezo a dejar de confiar en aquello en lo que creí tanto. La rabia a veces me acompaña durante horas, y aprieto los dientes. Veo cómo está ahí, pendiente de cada movimiento que hago, de cada palabra que escribo. Pero juega al escondite, alargando una partida que acabó hace tiempo. El coraje se apodera de mí cuando no llego a comprender cómo puede decirme a la cara lo importante que soy y que actúe de una manera completamente contraria. Y vuelvo a recordarme que es fácil hablar, prometer, jurar, escribir y regalar poemas. Lo difícil es actuar,