Adiós 2017
31 de diciembre de 2017.
Otro año se marcha. Y como cada año, toca hacer balance y escribir con el corazón y el alma.
Cada último día de cada año comienzo diciendo que "ha sido un año duro", "que he aprendido muchas cosas", blablabla.
No tenía ni idea de lo que decía.
2017 empezó con mucha alegría e ilusión, pero también con muchas sombras a mi alrededor. Fue un comienzo de año particular, muy distinto a todos los anteriores. No diré que fue una mala entrada porque en aquel momento estaba donde creía que quería estar.
Pasaron los primeros meses del año y, con ellos, mis miedos, inseguridades y sombras aumentaron. No quise darme cuenta de que la vida que estaba viviendo simplemente me estaba matando.
Mayo. Qué decir de mayo y los meses que le siguieron...
Todo en lo que creía, se derrumbó. De pronto, me vi sola, hundida, sin luz, con el alma y el corazón rotos en mil pedazos.
Solo quería que el tiempo pasara y poder superar esa etapa. Pero, a veces, no todo lo que deseas se cumple, al menos en el momento, desgraciadamente.
Me encontré en el pozo más profundo, donde no llegaba la luz. En aquellos momentos, lo más sencillo era rendirse y pedirle al cielo que me llevara ya. O al infierno. Poco me importaba.
Cuando quise darme cuenta, el verano estaba pasando y tenía la compañía de personas que un día dejé de lado. Y, en un abrir y cerrar de ojos, me encuentro hoy, 31 de diciembre, delante de mi ordenador escribiendo estas palabras.
Este año sí puedo decir que me ha enseñado muchas cosas y me ha hecho crecer como persona.
He aprendido que jamás se debe creer algo solo por querer creerlo, que hacer es la mejor forma de decir, y que las palabras dejan de valer cuando los hechos hablan por sí solos. Que con el tiempo, aquella persona a la que quise más que a mí misma pasa a otro plano, porque yo crecí y me elevé. Y te decepciona darte cuenta de que hay personas que no valen lo que duelen.
Que quise mostrar la mejor versión de mí misma y no sirvió de nada, porque cuando no tienen intención de mirarte, jamás serás vista.
Empezaré hablando de mi familia.
Se me rompió el alma el día que vi a mi madre llorando por mí. Es una imagen que me acompañará el resto de mi vida.
Y que jamás perdonaré.
Mis hermanos, mis fieles escuderos, la voz de la experiencia, no sé qué habría hecho sin ellos. Manuela, cuántas preguntas y preocupaciones he charlado con ella, llorando a mares. Mi padre, que jamás supo cómo enfrentarse a ese momento y se mantuvo al margen, pero siempre protegiéndome.
Mi vecina Reyes, que también lloró por mí.
Aquellas palabras tan sensatas: "y recuerda: no importa cuánto duela porque todo es por tu propio bien."
Mis primas, princesas de mi reino, aquellas que me tendían una mano cada semana y que intentaron distraerme. Siempre fueron mis intocables. Y ellas me han demostrado que también soy intocable para ellas.
Mis tíos, la representación de mis abuelos, no puedo decir nada más. Quisieron estar, y estuvieron.
He visto y comprobado que Dios le da sus peores batallas a sus mejores soldados, y que los verdaderos amigos se encuentran en el campo de batalla.
Y allí, en medio de toda esa trifulca volvieron a mí tres de las personas más importantes de mi vida: Aranza, Elena e Inma. Fue de su mano donde poco a poco volví a reír. Y con ellas aprendí que la amistad multiplica los buenos momentos y divide los malos. Ellas. Sin más.
Junto a ellas llegaron otras personas, maravillas, grandes tesoros.
Marta, pura alegría y locura. Vicky, risa extrema. Cristi, cariño y sensatez. Mari, simplemente la adoro. Víctor, el amigo de mi vida (me conformo con un hombre que me quiera la mitad de lo que me quiere él).
Y no me olvidaré jamás de los que siempre estuvieron entre bambalinas. Mi familia flamenca. Aquellos que, cuando hace falta, me frenan los pies. Ellos saben quienes son.
César, mi nuevo hermano.
Gracias a Sandra, Julio y Jose. No cabe en una vida mi amor hacia vosotros.
Amigos míos, habéis sabido iluminar un camino lleno de sombras.
Suerte. Y no hablo de azar, hablo de vosotros.
Por el camino he cosechado cicatrices, pero he aprendido a curarme.
He pasado miedo, he sufrido muchísimo y he creído ver el fin.
He luchado contra el desamor, me he topado de bruces con una enfermedad que se extendía por un familiar, he sido capaz de hacerme cargo de mis responsabilidades. Y todo esto, entre temblores y llantos.
Siempre que recuerdo aquellos momentos, no puedo reprimir las lágrimas, porque el dolor fue tan grande que aún siento miedo de que vuelva. Porque no me mató, pero algo de mí murió aquel día.
Sin embargo, me siento fuerte. Ahora sé apreciar lo que tengo, porque dicen que cuando amas lo que tienes, tienes todo lo que quieres. Me mantengo serena, alejada de bullicios y, por fin, sé diferenciar quiénes sí y quiénes no.
Me he encontrado a mí misma y tengo claro lo que quiero.
Ahora aprecio el cariño que me dan y aprovecho cada segundo de vida para dar todo lo bueno que hay dentro de mí.
He aprendido que todo lo malo que pueda pasarme, siempre será por algo bueno. Que hay que aprender de lo bueno y de lo malo y seguir creciendo.
Que nada dura eternamente, y aferrarte a ello no va a hacer que sea para siempre. Que una risa lo cura todo, y que si es con personas a las que quieres, es mucho mejor. Y que también se puede brindar por la pena.
Y para todos aquellos, protagonistas de mi historia, deseo que seáis muy felices este nuevo año 2018, que las amistades duren para siempre y que el amor jamás sea destruido por nada ni nadie, que tengáis siempre un motivo por el que brindar.
Ojalá vuestro camino siempre sea alto y claro, que vuestras virtudes nunca sean un "necesito", que nunca soñéis con el desamparo. Que vuestra sonrisa perdure en el tiempo, que el egoísmo no habite en vuestra cama, que no confundáis amor y sufrimiento. Ojalá que cuando améis no os entren las prisas, que nunca veáis un corazón hecho trizas, no os enamoréis por enamoraros, que no os vendan demonios por santos y no juguéis con nadie al descarte.
Ojalá un 2018 con vosotros. Que sobren motivos para celebrar.
Gracias.
Otro año se marcha. Y como cada año, toca hacer balance y escribir con el corazón y el alma.
Cada último día de cada año comienzo diciendo que "ha sido un año duro", "que he aprendido muchas cosas", blablabla.
No tenía ni idea de lo que decía.
2017 empezó con mucha alegría e ilusión, pero también con muchas sombras a mi alrededor. Fue un comienzo de año particular, muy distinto a todos los anteriores. No diré que fue una mala entrada porque en aquel momento estaba donde creía que quería estar.
Pasaron los primeros meses del año y, con ellos, mis miedos, inseguridades y sombras aumentaron. No quise darme cuenta de que la vida que estaba viviendo simplemente me estaba matando.
Mayo. Qué decir de mayo y los meses que le siguieron...
Todo en lo que creía, se derrumbó. De pronto, me vi sola, hundida, sin luz, con el alma y el corazón rotos en mil pedazos.
Solo quería que el tiempo pasara y poder superar esa etapa. Pero, a veces, no todo lo que deseas se cumple, al menos en el momento, desgraciadamente.
Me encontré en el pozo más profundo, donde no llegaba la luz. En aquellos momentos, lo más sencillo era rendirse y pedirle al cielo que me llevara ya. O al infierno. Poco me importaba.
Cuando quise darme cuenta, el verano estaba pasando y tenía la compañía de personas que un día dejé de lado. Y, en un abrir y cerrar de ojos, me encuentro hoy, 31 de diciembre, delante de mi ordenador escribiendo estas palabras.
Este año sí puedo decir que me ha enseñado muchas cosas y me ha hecho crecer como persona.
He aprendido que jamás se debe creer algo solo por querer creerlo, que hacer es la mejor forma de decir, y que las palabras dejan de valer cuando los hechos hablan por sí solos. Que con el tiempo, aquella persona a la que quise más que a mí misma pasa a otro plano, porque yo crecí y me elevé. Y te decepciona darte cuenta de que hay personas que no valen lo que duelen.
Que quise mostrar la mejor versión de mí misma y no sirvió de nada, porque cuando no tienen intención de mirarte, jamás serás vista.
Empezaré hablando de mi familia.
Se me rompió el alma el día que vi a mi madre llorando por mí. Es una imagen que me acompañará el resto de mi vida.
Y que jamás perdonaré.
Mis hermanos, mis fieles escuderos, la voz de la experiencia, no sé qué habría hecho sin ellos. Manuela, cuántas preguntas y preocupaciones he charlado con ella, llorando a mares. Mi padre, que jamás supo cómo enfrentarse a ese momento y se mantuvo al margen, pero siempre protegiéndome.
Mi vecina Reyes, que también lloró por mí.
Aquellas palabras tan sensatas: "y recuerda: no importa cuánto duela porque todo es por tu propio bien."
Mis primas, princesas de mi reino, aquellas que me tendían una mano cada semana y que intentaron distraerme. Siempre fueron mis intocables. Y ellas me han demostrado que también soy intocable para ellas.
Mis tíos, la representación de mis abuelos, no puedo decir nada más. Quisieron estar, y estuvieron.
He visto y comprobado que Dios le da sus peores batallas a sus mejores soldados, y que los verdaderos amigos se encuentran en el campo de batalla.
Y allí, en medio de toda esa trifulca volvieron a mí tres de las personas más importantes de mi vida: Aranza, Elena e Inma. Fue de su mano donde poco a poco volví a reír. Y con ellas aprendí que la amistad multiplica los buenos momentos y divide los malos. Ellas. Sin más.
Junto a ellas llegaron otras personas, maravillas, grandes tesoros.
Marta, pura alegría y locura. Vicky, risa extrema. Cristi, cariño y sensatez. Mari, simplemente la adoro. Víctor, el amigo de mi vida (me conformo con un hombre que me quiera la mitad de lo que me quiere él).
Y no me olvidaré jamás de los que siempre estuvieron entre bambalinas. Mi familia flamenca. Aquellos que, cuando hace falta, me frenan los pies. Ellos saben quienes son.
César, mi nuevo hermano.
Gracias a Sandra, Julio y Jose. No cabe en una vida mi amor hacia vosotros.
Amigos míos, habéis sabido iluminar un camino lleno de sombras.
Suerte. Y no hablo de azar, hablo de vosotros.
Por el camino he cosechado cicatrices, pero he aprendido a curarme.
He pasado miedo, he sufrido muchísimo y he creído ver el fin.
He luchado contra el desamor, me he topado de bruces con una enfermedad que se extendía por un familiar, he sido capaz de hacerme cargo de mis responsabilidades. Y todo esto, entre temblores y llantos.
Siempre que recuerdo aquellos momentos, no puedo reprimir las lágrimas, porque el dolor fue tan grande que aún siento miedo de que vuelva. Porque no me mató, pero algo de mí murió aquel día.
Sin embargo, me siento fuerte. Ahora sé apreciar lo que tengo, porque dicen que cuando amas lo que tienes, tienes todo lo que quieres. Me mantengo serena, alejada de bullicios y, por fin, sé diferenciar quiénes sí y quiénes no.
Me he encontrado a mí misma y tengo claro lo que quiero.
Ahora aprecio el cariño que me dan y aprovecho cada segundo de vida para dar todo lo bueno que hay dentro de mí.
He aprendido que todo lo malo que pueda pasarme, siempre será por algo bueno. Que hay que aprender de lo bueno y de lo malo y seguir creciendo.
Que nada dura eternamente, y aferrarte a ello no va a hacer que sea para siempre. Que una risa lo cura todo, y que si es con personas a las que quieres, es mucho mejor. Y que también se puede brindar por la pena.
Y para todos aquellos, protagonistas de mi historia, deseo que seáis muy felices este nuevo año 2018, que las amistades duren para siempre y que el amor jamás sea destruido por nada ni nadie, que tengáis siempre un motivo por el que brindar.
Ojalá vuestro camino siempre sea alto y claro, que vuestras virtudes nunca sean un "necesito", que nunca soñéis con el desamparo. Que vuestra sonrisa perdure en el tiempo, que el egoísmo no habite en vuestra cama, que no confundáis amor y sufrimiento. Ojalá que cuando améis no os entren las prisas, que nunca veáis un corazón hecho trizas, no os enamoréis por enamoraros, que no os vendan demonios por santos y no juguéis con nadie al descarte.
Ojalá un 2018 con vosotros. Que sobren motivos para celebrar.
Gracias.
"Existen días especiales con gente, y gente especial todos los días."
Muchas gracias por tus palabras, cariño. Ha sido un año muy duro pero ahí hemos estado al pie del cañón la una para la otra y así seguirá siendo durante 2018 y los años venideros. Espero que el Año Nuevo te devuelva la felicidad que te robó el 2017 y que la conserves para siempre. Un beso enorme, pequeñaja. Te quiero.
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