Final y principio


Las personas con las almas pequeñas siempre tratan de empequeñecer a los demás.

Así me sentí, pequeñita, durante meses. Siendo consciente de que mi mente se oscurecía por culpa de palabras llenas de veneno; queriendo con un corazón que ya estaba hecho trizas.

Mucho tiempo estuve escuchando palabras de desaliento, recibiendo actos de desprecio. Hasta que me sentí la persona más miserable del mundo.

Perdí el juicio y me creí todo aquello que me decía, porque le quería. "Quiero verte bien", me comentaba. Y empecé a pensar que, quizás, esa era su forma de ayudarme.

Cuán equivocada estaba...

Se sentía inseguro y quiso hundirme para hacerse más fuerte; utilizaba mis inseguridades para cohibirme y así elevarse sobre mí. Y cómo dolía..

No le era suficiente conmigo, siempre tenía ojos para otras. Y eso nunca fue un secreto. ¿Dónde estaba yo?
"Si llegas a 70kg, dejarás de gustarme", dijo una vez. Y fue otro pisotón, que me hizo aún más pequeña, hasta hacerme invisible hasta para mí misma.

Consiguió que me culpara por estar como estaba: triste, sin ganas de vivir, sin ganas de salir... También me lo creí.

Sufrí muchísimo por mis inseguridades y miedos, pero ese machaque nunca terminó. Continuó, porque ese era su juego: cuanto más pequeña me hacía yo, más grande se hacía él. Y eso NUNCA fue amor.

Le quise, muchísimo, pero fue veneno. Fue cruel.

Me dijo que me quería, que ojalá una vida conmigo, y también me lo creí. Solo bastaron veinticuatro horas para desvelar todas las mentiras. 

Quiso irse y se fue. No dejó nada. Ni un apoyo. Solo una estela de dolor. En el punto exacto de la oscuridad no supe más de él.

El tiempo pasó lentamente, y tuve que elegir sobrevivir como forma de pensar. Porque una enfermedad me destrozó el alma y la mente. 'O lo intentas o mueres. No elijas el camino fácil', me decía esa voz en mi cabeza.

Empecé a quererme, a sentirme segura de mí misma, a saber levantarme de cada tropiezo y teniendo claro que jamás compartiría ni un minuto de mi vida con personas tóxicas. Volví a creer en mí.

No olvidé jamás todo ese daño y cómo se rió cuando otros me llamaron loca. Y perdió mis respetos.
A él sí se le olvidó y meses más tarde, volvió, con comentarios pretenciosos. 'No me he olvidado de ti', dijo. Y no le creí.

Mandó en mi vida. Ahora mando yo. Soy mi única reina, la más fuerte, la del alma inconquistable. La que sabe que tiene una vida por delante.

Dicen que nadie se muere por nadie, pero nadie te cuenta que casi lo deseas.

Fue trauma, dolor, depresión. Un agujero de oscuridad que viví creyéndome sus historias. Nunca más volveré allí. Nunca más volveré a dejarme machacar por nadie.

Nunca más dejaré de quererme.

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