Adiós 2018

Otro año se va.
Y, como cada 31 de diciembre, toca hacer balance de estos 12 meses que se han marchado.
365 días que han ido enseñándome nuevas sensaciones y experiencias.

Comenzaré diciendo que creo que no exagero si digo que 2018 ha sido uno de los mejores años de mi vida. Ha sido un año que he dedicado a conocerme a mí misma y a mostrar lo mejor de mí a todos aquellos que han querido compartirlo conmigo.
Han sido 12 meses de increíbles primeras veces, de dejarme llevar y cometer locuras o sabidurías, de avanzar y saber levantarme siempre, en todo momento.

Recibí 2018 pegándole un portazo a 2017 y con los brazos muy abiertos para agarrarme a un año que, con certeza, iba a ser increíble. Porque, hablando claro, peor que el año anterior no podía ser.
Quise despojarme de todas las cadenas que me maniataron en 2017. Me lo propuse, y lo conseguí.
Escuché a muchos hablar sobre mi incapacidad para alcanzar ese objetivo. Hoy tienen que cerrar la boca y tragarse sus palabras.

2018 ha sido un año de metas y logros. De luces y sombras.
Pero siempre he pensado que la oscuridad es necesaria para que la luz pueda brillar con todo su esplendor.

Tomé decisiones, de las que algunas me arrepiento. Pero fue la primera vez que conocí la felicidad. La plena y pura felicidad. Esa que te da la independencia, la libertad autoimpuesta, la seguridad en ti misma. Y qué bonita es.

Compartí momentos con personas que hoy ni se acuerdan de mí, pero que, gracias a lo que la vida me ha enseñado, no les guardo rencor. Si han tenido que marcharse y alejarse de mi camino, será por algo. Así que les deseo todo lo mejor. Para que jamás vuelvan por el sendero que les hizo alejarse.
Gracias a 2018 por quitarme a esas personas tóxicas de mi vida.

También me volví a ilusionar. Esa sensación que una vez me destrozaron y que creí que nunca más volvería a sentir. Pero ocurrió. Y lo viví con la intensidad que me caracteriza. Pero, al igual que vino, se marchó. Y volví a aprender que si alguien no está seguro de estar contigo, mejor cerrarles la puerta.

Y aprendí que quien se va sin ser echado, vuelve sin ser llamado. Que quien no quiso estar cuando pudo, querrá estar cuando no pueda. Que quien a hierro mata, a hierro muere.
Y ahí está, mirando cada paso que doy en el camino, con la cobardía que le caracteriza, incapaz de ser sincero, incluso consigo mismo.
Gracias también a ti, aunque me pese. Porque me he hecho fuerte. Y más sabia. Y más prudente. Y más grande.

Me acerqué a los míos y los conocí un poco más. Y los disfruté. A cada instante, a cada momento. Y jamás me sentí sola. Nunca más volví a sentirlo.
Y volvieron personas que me alumbraron un poco más el alma. Porque ya estaba llena de luz gracias a ellos.

Me he emocionado. Mucho. Y he reído.
Y he vuelto a sentir cosas que no recordaba que se podían sentir.

Y tuve que marcharme. Siempre desee irme de casa, de mi ciudad, de mi tierra. Y estando fuera empecé a valorar lo que tenía en casa, en mi ciudad, en mi tierra.
Y extrañé. Muchísimo. Y lloré. Porque echar de menos también duele. Y me dolía. Me dolían mi familia, mis amigos, mi casa, el sol de mi tierra, la alegría de mi gente. Pero apreté dientes y puños. Y aguanté.

Y todo aquello que pasé, el perderme para encontrarme, cobró sentido el día en que le vi por primera vez. El día en que sentí qué es el amor verdadero. El día en que conocí al que será uno de los hombres de mi vida. El día que cogí en brazos a Fabián. Toda mi vida cobró sentido. Toda mi vida tiene sentido hoy. Por él. Por ti.

Y así fueron pasando los 365 días de este 2018: con mucho amor, mucha felicidad, muchos aviones, mucha Barcelona y mucho Oporto, mucha gente nueva y mi gente de siempre.

A ellos, a los de siempre, en especial, os dedico esto. Porque sois los pilares de mi fortaleza, las luces de mis sombras, las lágrimas de mis risas y mis pañuelos de lágrimas; mis billetes de ida y vuelta, mis copas medio llenas, mis abrazos rotos y mis besos perdidos; mis enfados sin razones, mi sentido del humor negro y mis llamadas perdidas; mis cigarrillos a deshoras, mis pasos en el camino, mis noches de insomnio. Sois mis garras ante la vida, mis cruces de dedos y mis puños apretados.
Mi principio y mi final.

Se acaba este año de maravillas y comienza otro que, estoy segura, será mejor.

Por un 2019 lleno de alegrías, felicidad y mucho, mucho amor.
Por un 2019 lleno de vosotros.

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